El viejo Almacén. BsAs

Surplus Approach

“Es necesario volver a la economía política de los Fisiócratas, Smith, Ricardo y Marx. Y uno debe proceder en dos direcciones: i) purgar la teoría de todas las dificultades e incongruencias que los economistas clásicos (y Marx) no fueron capaces de superar, y, ii) seguir y desarrollar la relevante y verdadera teoría económica como se vino desarrollando desde “Petty, Cantillón, los Fisiócratas, Smith, Ricardo, Marx”. Este natural y consistente flujo de ideas ha sido repentinamente interrumpido y enterrado debajo de todo, invadido, sumergido y arrasado con la fuerza de una ola marina de economía marginal. Debe ser rescatada."
Luigi Pasinetti


ISSN 1853-0419

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Teorías del valor y la distribución una comparacion entre clásicos y neoclásicos

Fabio PETRI   Esta obra, traducida por UNM Editora, ha sido originalmente editada en Italia con el título: “Teorie del valore e del...

29 mar 2015

Dilma, la ortodoxa


 Por Claudio Scaletta

Hay dos maneras seguras para que un artículo sobre economía pierda lectores aceleradamente, precisamente lo que se supone el redactor quiere evitar. La primera es llenarlo de números, la segunda es meterse en cuestiones teóricas. Aquí se incurrirá, aunque sin exagerar, en el segundo vicio, por lo que se demanda por adelantado un poco de paciencia. El tema es Brasil y la pregunta fundamental, en principio extraña, es por qué un país puede elegir voluntariamente crecer por debajo de sus posibilidades. O más concretamente, por qué los sectores empresarios, que también se benefician del momento del auge del ciclo económico, preferirían regresar a momentos de contracción.

Lo más interesante es que el caso no es exclusivo del vecino, sino un clásico de todas las economías que eligen el camino del ajuste estructural en contextos en los que todavía existen márgenes para políticas expansivas. Quizá sea provinciano mirar el mundo solamente desde los problemas propios. A esta altura nadie que siga las variables de la economía local desconoce que la escasez relativa de divisas es la principal fuente del freno del PIB. Por eso es inevitable volver a preguntarse por qué un gobierno como el brasileño, que no tiene esta restricción, no elige crecer, no al 8 por ciento, lo que siempre genera tensiones, pero sí por lo menos al 3 o 4 por ciento. Las reservas de Brasil son de más de 370 mil millones de dólares y multiplican por más de diez a las de Argentina, aunque ponderando por tamaño del PIB serían el equivalente a 3,5 veces. El país tampoco tiene problemas para financiar su cuenta corriente, su deuda pública está lejos de cualquier descontrol y continúa el ingreso de capitales.

Hay más. Dilma y su partido ganaron las últimas elecciones haciendo publicidad en contra de la ortodoxia económica. En la campaña hasta hubo un spot publicitario que atacaba el fetiche neoliberal de la independencia del Banco Central. Sin embargo, una vez reelecta, la presidenta profundizó la receta ortodoxa, se frenaron los aumentos salariales, se profundizó el ajuste fiscal, se aumentaron tarifas y se provocó una fuerte devaluación. En los anteriores períodos de gobierno del PT, el gran enemigo de la economía había sido la inflación, la que no se originaba en ningún déficit, sino en el persistente aumento de los salarios mínimos por encima de la productividad, algo que ninguna economía puede soportar por mucho tiempo. Pero en los últimos meses, tras la devaluación, la inflación se volvió cambiaria y se disparó sin que las clases dirigentes se muestren ya tan preocupadas por el fenómeno. La razón es simple: los salarios ya no crecen y la economía acumula meses de contracción.

La cuestión se vuelve entonces más urgente: ¿por qué un gobierno elige voluntariamente la contracción? En la historia del pensamiento económico la pregunta no es nueva ni original. El primero en formularla taxativamente fue el gran economista polaco Michal Kalecki en su artículo de 1943 “Aspectos políticos del pleno empleo”. El texto tiene apenas 8 páginas, se encuentra en Internet y no tiene desperdicio. Como es propio de los clásicos, su actualidad es absoluta, pero la fecha de redacción merece un comentario. Después de la Gran Depresión y bien avanzada la Segunda Guerra Mundial, quedaba muy claro para la economía política que el pleno empleo era alcanzable aplicando las medidas sugeridas por el estado de la ciencia. Dicho de otra manera, se sabía, precisamente por las doctrinas desarrolladas por Kalecki y Keynes, que la intervención pública a través del gasto y la inversión estatal podían llevar a la economía al pleno empleo. La pregunta que entonces se formula Kalecki es por qué una porción de la clase empresaria, que también se beneficia del crecimiento, y sus ideólogos, a los que denomina “expertos económicos”, así, entre comillas, se resisten a la expansión. La respuesta del economista polaco se divide en tres niveles:

- La resistencia a que el Estado intervenga en un problema considerado como propio por los empresarios, como es la creación de empleo.

- La resistencia a que el Estado dirija el gasto, sea a través de la inversión pública o de los subsidios al consumo.

- La “resistencia a los cambios sociales y políticos resultantes del mantenimiento del pleno empleo”.

Los dos primeros puntos son discusiones conocidas, básicamente a los empresarios no les gusta ni que el Estado intervenga en sus negocios ni que los desposeídos de medios de producción reciban ingresos que no provengan del “sudor de sus frente”. El tercer punto es el mejor aporte de Kalecki. El mantenimiento en el tiempo del pleno empleo, o niveles cercanos a él, provoca profundas transformaciones sociales y políticas. Primero, el desempleo deja de cumplir su papel disciplinador deteriorando la autoridad del empleador. Luego, aumenta el poder de negociación de los trabajadores (en rigor Kalecki no habla en 1943 de “poder de negociación”, sino de “conciencia de clase”) y junto con este poder, las demandas por aumentos salariales y mejores condiciones de trabajo (¿Nunca menos?). Los empresarios pueden defenderse de los aumentos salariales aumentando precios, lo que provoca inflación, los rentistas no. 

Pero queda una cuestión: Kalecki no cree que la gran motivación empresaria sea estrictamente la ganancia: “Los dirigentes empresariales aprecian más la ‘disciplina en las fábricas’ y la ‘estabilidad política’ que las ganancias. Su instinto de clase les dice que el pleno empleo duradero es poco conveniente (...) y que el desempleo forma parte integral del sistema capitalista ‘normal’”.

 La conclusión es que los empresarios pueden estar de acuerdo con políticas expansivas para salir de las crisis, es decir, para evitar que las crisis económicas se transformen en políticas, pero que estas políticas no pueden mantenerse en el tiempo también por razones de estabilidad política. Los ciclos no son económicos, sino económico-políticos. Una digresión local: los tres puntos o resistencias sirven también para entender por qué empresarios beneficiados por más de una década de crecimiento poblaron las mesas de 50 mil pesos el cubierto que financiarán al partido del ajuste.

Regresando al ejemplo de Brasil, las volteretas discursivas del PT aplicando ellos mismos el programa contractivo que demandan los empresarios generaron una tremenda pérdida de legitimidad de un gobierno que se reivindicaba popular. En uno de los países menos igualitarios de América latina, la mejora de las condiciones de vida, ingresos y derechos de los trabajadores que caracterizaron los primeros años irritaron a las clases dominantes tradicionales que profundizaron su odio al PT. Las clases altas fueron seguidas por el grueso de los sectores medios, quienes suelen sentirse amenazados frente el ascenso de los sectores populares. Hasta aquí la secuencia parece tradicional. 

 Pero la particularidad brasileña fue que el ajuste estructural lo comenzó y lo profundizó el PT, lo que descolocó a las bases más militantes del partido. Dilma logró el prodigio de irritar a todos. Si a eso se le agrega que los ajustes siempre aseguran recesiones y que, además, se descubren redes de financiamiento de la política al interior de firmas controladas por el Estado y se impulsan políticas de alianzas con partidos sin ideología, tanto en el Ejecutivo como en el Legislativo, la pérdida de legitimidad se vuelve total. A no confundirse, Dilma no es Evo ni es Cristina.

Original: Pagina 12



Entrevista a Randall Wray





Posteamos una muy buena entrevista a Randall Wray, donde explica los fundamentos de la visión MMT del dinero (Modern Monetary Theory) y donde deja claro que los limites del crecimiento de un país con moneda soberana, no es la escasez de la misma. Asimismo, ningún país con moneda doméstica soberana puede entrar en default de su deuda, si está nominada en dicha moneda.
Agrega además que la creación de moneda es endógena y que los créditos que decide hacer la banca privada son los que crean los depósitos, dejando en claro que no existe algo así como un multiplicador monetario de origen ortodoxo.

Es fundamental, por otra parte, el diagnóstico que ofrece sobre la equivocada conformación de la zona Euro, cuyo esquema de funcionamiento no sigue ningún sendero de sustentabilidad, ni económica, ni social. Wray nos recuerda que no es una observación ex-post o histórica, sino que él junto a otros autores heterodoxos ya en los '90 denunciaron teóricamente la defectuosa conformación del Euro. Ver  Goodley,   Pivetti  y aca  y Goodhart .

Preguntado acerca de qué soluciones puede tener la zona Euro, Wray responde que sólo con reformas que la hagan similar al funcionamiento de una real unión de estados federal (EEUU) con compensaciones fiscales para los estados deficitarios o bien con la compra por parte del Banco Central Europeo de los bonos de deuda de dichos estados a tasas de interés bajas. De otra forma, sólo se prolongarán las mismas situaciones sin solución para los déficits de cuenta corriente y el crecimiento de las deudas por parte de la periferia europea. Así como está, nos dice, el Euro no es viable aunque no se sepa su fecha de expiración.







Dos observaciones críticas

Al mismo tiempo, detectamos en sus respuestas algunos problemas referidos a dos tópicos: 1) el "pleno empleo" con relación a la inflación, y 2) el problema de la restricción externa que cualquier país periférico del mundo puede encontrar al no tener financiamiento en divisas (dólar).

En primer lugar para 1) se complica bastante el saber qué sería en un pais el “pleno empleo”, obviando los temas de inmigración, rotación laboral tecnológica, aumentos de productividad, etc. que modifican todo el tiempo dicha situación. Si la respuesta se orienta a la observacion de la existencia de inflación como su indicador,  debe alertarse que la inflación es un proceso que se debe a subas de costos y puja distributiva y que puede darse por motivos institucionales (gremios, leyes, etc.) a distintos grados de desocupación, vía el mayor o menor conflicto distributivo. Claro está que al crecer la ocupación con el aumento del producto, los trabajadores mejoran la “posición negociadora” de sus salarios, aumentando la posibilidad activar el proceso inflacionario, pero como afirmaba Abba Lerner,  aun con “bajo pleno empleo” podemos encontrar inflación.

Para el punto 2) el crecimiento de los países periféricos (y estrictamente todo el mundo menos EEUU) dependen del financiamiento en dólares como límite, que se obtiene a largo plazo sólo de las exportaciones al resto del mundo.Y no es que se trata de la falta de “competitividad” por un tipo de cambio “atrasado” o bajo, el que genera la posibilidad de que un país se quede sin divisas. Wray entra en este tema hablando de la periferia europea, con una hipotetica  salida de Grecia del euro, donde una devaluación solucionaría este tema.

La historia regional sudamericana del “stop and go” modificada luego de los ’70 con la irrupción de los flujos financieros nos ilustra que no es cierto que exista una elasticidad-precio de las exportaciones importante (ver ACA, ACA) para suponer que una devaluación vuelve a ubicar al país en la senda del crecimiento sostenido sin restricción externa.
Y por el contrario, existe por ej. en la Argentina, una elasticidad-ingreso de las importaciones que duplica la de exportaciones, (ver ACA) que impide crecer sostenidamente al mismo ritmo que el resto del mundo, sin financiamiento en divisas y fundamentalmente sin un plan de sustitucion de importaciones y de desarrollo.

21 mar 2015

El enfoque sraffiano



Por Carlos Pinkusfeld Bastos*



El enfoque sraffiano lleva el nombre del economista italiano Piero Sraffa, cuya obra toma su fundamento teórico e inspiración. Sraffa, sin embargo, era un economista sui generis con una producción publicada limitada y dispersa en el tiempo. Son tres, por así decirlo, sus grandes contribuciones: artículos 1925 y 1926 criticando a la teoría marshalliana de la competencia perfecta de la empresa en equilibrio parcial; la introducción para su exquisita edición de las obras completas de David Ricardo en 1951; y su pequeño libro de 1960, Producción de mercancías por medio de mercancías. A pesar de estar dispersos en el tiempo, se puede ver, y esa impresión se ve reforzada por un examen de sus documentos personales inéditos, un claro resultado en términos de programa de investigación con doble propósito: por un lado critican la consistencia lógica de la teoría dominante (escuela marginalista, neoclásica) y por otro ofrecen una alternativa teórica y metodológica libre de tales limitaciones.

Por lo tanto, la evolución de los trabajos de Sraffa parte de la crítica del equilibrio parcial de Marshall y la teoría de la competencia perfecta, incluye la reconstrucción del marco lógico y metodológico del enfoque del excedente clásico (una larga tradición que reúne las contribuciones de los fisiócratas a Marx), y culmina con la crítica al modelo de equilibrio general de la escuela marginalista y la formulación de una teoría de los precios y la distribución libre de las inconsistencias lógicas de la teoría del valor-trabajo heredado de Ricardo y Marx.

Las tareas del programa de investigación de Sraffa tienen consecuencias importantes para el análisis macroeconómico. Inicialmente, al demostrar la imposibilidad lógica de una determinación simultánea de los precios y cantidades de equilibrio entre la oferta y la demanda, se elimina al mismo tiempo, la tendencia de la economía al pleno empleo de los factores de producción y sobre todo de la mano de obra, así como la idea de que la remuneración de los factores (específicamente los salarios) son la contribución marginal del trabajador al producto.

Como alternativa al “callejón sin salida" de la determinación simultánea del enfoque ortodoxo marginalista, Sraffa y sus seguidores, como Garegnani (1984) proponen un enfoque metodológico diferente - la separación de la determinación del producto y distribución / precios en dos, o niveles de análisis no simultáneos: una teoría del núcleo en el que determinelos precios relativos y una variable distributiva (ganancias o salario) y por por el otro, el estudio de las relaciones fuera del núcleo de variables tales como la acumulación de capital, formación de los salarios, tasas de interés, el progreso técnico, etc.

El precio asume la forma de relaciones matemáticas exactas, que fueron expresadas por Sraffa en ecuaciones de precios de producción de mercancías básicas. Es importante destacar que, como señaló Mongiovi (1996: 221.): "No hay nada que evite estudiar fenómenos fuera del núcleo de una manera formal o matematizado, y de hecho, siempre es útil hacerlo (como en las teorías crecimiento o analizar los problemas de la demanda efectiva). No quiere decir que simplemente las relaciones fuera del núcleo son menos generales; ellas son también radicalmente más complejas.Por lo tanto, el análisis formal de, digamos, el producto o los salarios reales, o la influencia de los cambios en el producto en los costos a largo plazo son necesarios e irremediablemente imprecisos, debido a que es imposible capturar todos los efectos de retroalimentación resultantes del cambio de juego de datos iniciales, y también porque no todos los factores que influyen en los resultados tienen una naturaleza cuantitativa”.
En resumen, en la teoría clásica están dados el producto social (tamaño y composición), la técnica (técnicas o de producción) y una variable distributiva, que puede ser el salario real o la tasa de interés.
Por lo tanto, contrariamente a lo que erróneamente deduce la teoría marginalista, la economía de mercado no garantiza la tendencia de la economía al pleno empleo y, además, hay una necesidad lógica de la economía en buscar un método alternativo para la determinación de la renta y el producto. Así, el enfoque sraffiano es más compatible con la versión del principio de la demanda efectiva en el largo plazo, que propone que los ingresos, la producción y el empleo en el largo plazo son determinados por las decisiones independientes sobre el gasto. Este enfoque necesita una teoría de este tipo para proporcionar la información necesaria para determinar su núcleo teórico.

Las consecuencias prácticas son radicales en términos de la comprensión del funcionamiento de las economías capitalistas. La tasa de acumulación y los niveles del producto per cápita a largo plazo son decisiones que dependen de una mayor o menor disposición del gobierno a gastar, con la generación de progreso técnico (permitiendo, por ejemplo, una inserción internacional más virtuosa) o la existencia de un sistema de crédito elástico que garantice el acceso a financiamiento para las empresas y familias, aumentando así en último caso, el gasto de consumo autónomo. Todas estas decisiones son externas al núcleo, es decir, dependen de decisiones políticas e institucionales relacionados con la gestión, en gran parte por el gobierno en toda la economía.

Obviamente, si la economía no tiende al pleno empleo de la mano de obra por el equilibrio entre la oferta y la demanda, no hay también algo así como un equilibrio de salario que iguala la remuneración a la productividad marginal del trabajo. El salario puede determinarse fuera del núcleo, y depende, de nuevo, de una compleja interrelación fuerzas políticas y sociales y también específicamente económica, el ritmo de acumulación y en consecuencia la reducción de la tasa de desempleo.
Un argumento como este ataca, por ejemplo, a la vieja idea de que la rigidez salarial o bien un nivel de salario real muy alto compromete el nivel de empleo, que durante mucho tiempo se había planteado para explicar el comportamiento del mercado de trabajo europeo.
Por el contrario, los salarios más altos determinados por la fuerza política de los trabajadores - ahí teniendo en cuenta su influencia en las políticas de salario mínimo, las prestaciones por desempleo, y la organización relativa tolerancia de los trabajadores, etc. - pueden generar, a través del consumo inducido y también incluso el autónomo, un aumento de la producción en el corto y largo plazo. 
La cuestión de la determinación del salario, ya no está en equilibrio de pleno empleo entre la oferta y la demanda en el mercado laboral, y sí en el conflicto distributivo, que tiene un impacto importante en el estudio de la inflación.

Se corta la relación directa, o más bien una relación persistente a largo plazo, entre el exceso de demanda en los mercados de bienes y de trabajo y la elevación también persistente en el nivel de precios.
Después de todo, como la oferta en el mercado de bienes, o la creación de capacidad productiva, reacciona a la dinámica de la demanda, junto con la ausencia de pleno empleo de la tendencia laboral en el largo plazo, la inflación es el resultado de cambios en las variables de costos, como los salarios nominales, tipos de cambio, precios de las commodities, cuya explicación debe incorporar múltiples elementos, muchos de ellos fuera del estricto ámbito macroeconómico. Ya hemos mencionado las relaciones políticas y sociales que pueden afectar la dinámica de los salarios, y recordar que el precio de los productos básicos puede depender de factores complejos, tales como la dinámica de la economía mundial, tanto en términos de crecimiento como cambios de trayectoria financiera, transformaciones geopolíticas, cambios estructurales en las relaciones comerciales entre los países y las regiones y los cambios tecnológicos, entre otros.

La escuela sraffiana, como se mencionó anteriormente, tiene su inspiración inicial de las contribuciones seminales de Piero Sraffa y consolidada gracias a los avances de autores como Pierangelo Garegnani y Luigi Pasinetti, dialoga e incorpora contribuciones de otras vertientes heterodoxas, como quedó claro con la inclusión del principio de la demanda efectiva como elemento de definición del producto agregado que alimentarán a la determinación de los precios relativos y la distribución en el núcleo de la teoría. Aunque existen diferencias naturales en los enfoques individuales, hay aspectos en este diálogo que tienden hacia una mayor convergencia en términos principalmente de la formulación de políticas, que hacia una incompatibilidad absoluta.

Un punto importante del enfoque sraffiano se refiere a la tasa de interés monetaria nominal, cuya determinación exógena por la autoridad monetaria, llevaría a través de su relación con la dinámica de los salarios nominales, a una determinación de la variable distributiva de forma distinta que el abordaje clásico tradicional. En esta última, el salario real se toma como exógeno al núcleo de la teoría, como se ha mencionado anteriormente.

Siguiendo las sugerencias del propio Sraffa, Pivetti (1991) trató de desarrollar una teoría de la determinación monetaria de la inflación en la cual "la tasa de interés monetaria es vista como una determinante autónoma de los costos monetarios normales de producción".
Dado el tipo de interés financiero de largo plazo sin riesgo, y dado el salario nominal, que es un resultado directo de la negociación salarial, el nivel de precios puede ser determinado por un sistema de ecuaciones à la Sraffa "(Pivetti, 2007, p. 243). Es decir, la dinámica de las dos variables nominales conduce a un cambio en los precios que finalmente genera los valores reales de las variables distributivas - beneficios reales y los salarios reales - de la economía.

Obviamente, este mecanismo deja espacio para una discusión importante de la política económica, y en consecuencia de la elaboración de políticas, sobre cuál variable tendría una «primacía» en la determinación de la variable exógena a distributiva en las ecuaciones de precios. Para Pivetti, esta primacía estaría en la tasa de interés nominal en la medida en que la autoridad monetaria tendría el poder para establecer un nivel de interés que garantice una cierta tasa real de rendimiento del capital. Ya en Serrano (1993, p. 122) se establece el punto de que "siempre habría una tasa de crecimiento de los salarios monetarios que produce una inflación necesaria para reducir la tasa de interés real, y por lo tanto los beneficios, de tal manera que los trabajadores obtendrían sus salarios reales deseados”. Es importante recordar que, además del tema específicamente distributivo, con impactos directos sobre la dinámica inflacionaria, la autoridad monetaria puede también tener en cuenta, en la determinación de la tasa de interés nominal, las consideraciones en cuanto a la política de fomento de la acumulación de capital y, en una economía abierta la sostenibilidad externa.

Este enfoque teórico para el estudio de la inflación ha sido desarrollado por varios autores como Stirati (2001), ACA y hay aplicaciones para el caso de Brasil (véase el IPEA, 2010, capítulo 4, por ejemplo). Dentro del mismo marco analítico, Stirati (2013) ha explorado la relación entre un posible impacto del proceso de financiarización actual en el camino de las tasas de interés y la distribución del ingreso en los Estados Unidos.

Por lo tanto, el cambio de paradigma teórico y metodológico realizado por Piero Sraffa en su crítica del enfoque marginalista dominante, abre un universo muy rico de posibilidades de estudios empíricos y en consecuencia de formulación de políticas que, al mismo tiempo, es convergente y se alimenta de otras vertientes heterodoxas, incorporando elementos clave que dependen de las relaciones socio-económicas, de las políticas nacionales y de la geopolítica internacional en cada período histórico.


* Es profesor del Instituto de Economía /UFRJ de Rio de Janeiro


17 mar 2015

Los productores de petróleo son los más afectados




Contrariando una vez más la mayoría de los pronósticos, el dólar volvió fortalecerse tanto en relación a las commodities como en comparación con el resto de las monedas nacionales. 

La fuerte recuperación de la economía y la notoria reducción del empleo estadounidenses hacen prever que la FED comenzará a subir las tasas de interés aumentando el premio de los activos norteamericanos. Esto sucede al mismo tiempo que en Europa y Japón las autoridades monetarias decidieron aumentar los estímulos, buscando amortiguar las tendencias deflacionarias que sufren desde hace años. A modo de ejemplo, los títulos a 10 años hoy rinden aproximadamente un 2% en EE UU y menos del 0,5% en Japón y Alemania. A este panorama se agregan los cambios observados en el mercado internacional del petróleo. Tanto la producción como las exportaciones norteamericanas de hidrocarburos están creciendo notablemente, hecho que empujó a la baja el precio internacional del crudo y tendió a revertir el déficit comercial del país, el cual también mejora con la apreciación del dólar, ya que las importaciones se abaratan debido a que la mayoría de los bienes que se transan en los mercados internacionales se cotizan en dicha moneda. Así, la reducción del déficit de cuenta corriente norteamericano también hace prever una menor abundancia de dólares para la economía mundial.  

Un dólar fuerte equivale una devaluación del resto del mundo y a un reflujo de capitales hacia Estados Unidos, con el consiguiente impacto en materia de inflación y sostenibilidad externa, en especial en los países periféricos. 

Los más afectados por el momento son los países productores de petróleo, como Rusia, Venezuela, Irán e incluso Brasil, que sufrieron fuertes devaluaciones en los últimos meses. Por el momento es difícil adivinar por cuanto tiempo el petróleo se mantendrá en estos niveles, ya que peligran numerosos proyectos de inversión, como el propio fracking liderado por EEUU, el Presal brasileño, etc., lo que haría prever una reducción de la oferta a futuro. 

Pero si se tiene en cuenta que la mayoría de las materias primas también registraron caídas en sus cotizaciones, es poco probable que algún país de la región salga indemne a estos cambios. De cualquier modo, la acumulación de reservas internacionales y el fuerte desendeudamiento en dólares alcanzado por casi todos estos países en la última década, tornan improbable una crisis de deuda como la padecida durante los años ochenta.

9 mar 2015

Retorno al mercado


Por Matías Vernengo *

Todo indica que el default, que parecía inminente después de la decisión del juez Thomas Griesa y que en definitiva fue vista como tal por varios agentes del mercado, como por ejemplo la International Swaps and Derivatives Association (ISDA), pasó de largo. Más allá de lo que ocurra en el ámbito político, un golpe de Estado financiero, como el que sufrió Raúl Alfonsín, es muy improbable. Pero la cuestión de la deuda externa seguirá vigente, y el próximo gobierno tendrá que lidiar con ella.

La reestructuración de la deuda externa en 2005 y 2010 fue muy bien realizada, y es verdad que objetivamente se ha reducido la deuda. Según los datos del Banco Mundial, la deuda externa total como proporción de las exportaciones cayó de 380 por ciento en 2000 a aproximadamente 138 por ciento en 2013. El servicio de la deuda, el pago de los intereses, como proporción de las exportaciones cayó, en el mismo período, de 64 por ciento a poco menos de 34 por ciento. Las exportaciones son la fuente segura de divisas necesarias para pagar a los acreedores externos. Algo similar se observa con la relación entre reservas internacionales y obligaciones de corto plazo, aunque las reservas hayan caído en los últimos años. En otras palabras, el riesgo del default es pequeño, y el ataque de los buitres, que con el vencimiento de la cláusula RUFO (Rights Upon Future Offers) que prohibía pagarles más a los holdouts, también podría ser resuelto sin mayores problemas, aunque probablemente sólo ocurrirá con el próximo gobierno.

La caída del precio del petróleo y de los costos energéticos que presionan la cuenta corriente en general, las tasas de interés domésticas más altas y la crisis internacional que no termina y que mantiene las tasas de interés internacionales en niveles bajos, han ayudado a reducir la presión sobre el tipo de cambio. Por eso, una corrida al dólar, típica de los defaults, y de las crisis externas, puede ser evitada. La cuestión es cómo superar el estrangulamiento externo, que está por detrás del estancamiento económico, que parece ser algo a lo cual el Gobierno se ha conformado. Y es por eso que aunque el país se haya desendeudado, y el fantasma del default no este presente, el problema de la deuda externa sigue vigente. No se puede esperar un boom de exportaciones, ni por el lado de los precios internacionales, ni por la mítica devaluación que incrementaría la competitividad externa, y sin acceso a los mercados de capitales internacionales las posibilidades de crecer se ven acotadas por el equilibrio de la cuenta corriente. El viejo problema de restricción externa está, en este caso, simbióticamente conectado con la cuestión de la deuda externa.

De hecho, el desendeudamiento del gobierno federal ha ocurrido conjuntamente, en los últimos años con el creciente endeudamiento en dólares de algunas provincias y gobiernos municipales, como el de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Las dos cosas no están necesariamente separadas, una vez que si el gobierno nacional aumentara las transferencias fiscales, los préstamos externos sub-nacionales no serían necesarios, pero el déficit externo sería mayor. El endeudamiento de los gobiernos sub-nacionales en parte agrava los problemas futuros, una vez que estos no tienen fuentes de recursos en dólares, y históricamente sus deudas externas fueron de algún modo asumidas por el gobierno federal. El endeudamiento a nivel sub-nacional, que a veces es necesario para financiar la inversión en infraestructura, por ejemplo, debería ser en moneda nacional, pero eso justamente pondría en evidencia los límites impuestos por la cuenta corriente a la expansión del gasto público.

En ese sentido, el gobierno de Kirchner, que manejó con coraje y de modo eficiente la renegociación de la deuda externa, ha también diseminado la idea de que endeudarse es siempre una mala idea. Y es verdad que la deuda en moneda extranjera es más peligrosa que la denominada en moneda nacional, una vez que el peligro de default en el primer caso es real. Sin embargo, la idea de que toda deuda externa es mala es también peligrosa. La idea de las finanzas funcionales, de que el uso, la función de la deuda es lo que importa, también puede y debe ser aplicada a la deuda externa. El problema de la deuda en moneda extranjera no es tanto la deuda misma, sino cómo se utiliza. Si la deuda se usa para estimular el crecimiento, diversificar la estructura productiva y las exportaciones, y para reducir las importaciones, y en el caso especifico nuestro, reduciendo la dependencia energética externa, haciendo la cuenta corriente más sostenible a largo plazo, el retorno a los mercados de capitales no sería mala noticia. La alternativa es seguir estancado.

* Profesor de la Universidad de Bucknell. Maestría en Desarrollo Económico de la Unsam.


Original: Pagina 12