El viejo Almacén. BsAs

Surplus Approach

“Es necesario volver a la economía política de los Fisiócratas, Smith, Ricardo y Marx. Y uno debe proceder en dos direcciones: i) purgar la teoría de todas las dificultades e incongruencias que los economistas clásicos (y Marx) no fueron capaces de superar, y, ii) seguir y desarrollar la relevante y verdadera teoría económica como se vino desarrollando desde “Petty, Cantillón, los Fisiócratas, Smith, Ricardo, Marx”. Este natural y consistente flujo de ideas ha sido repentinamente interrumpido y enterrado debajo de todo, invadido, sumergido y arrasado con la fuerza de una ola marina de economía marginal. Debe ser rescatada."
Luigi Pasinetti


ISSN 1853-0419

Entrada destacada

Teorías del valor y la distribución una comparacion entre clásicos y neoclásicos

Fabio PETRI   Esta obra, traducida por UNM Editora, ha sido originalmente editada en Italia con el título: “Teorie del valore e del...

29 sept 2015

Utopías reaccionarias

 Posteamos un artículo de Claudio Scaletta sobre la posición de ciertos "ecologistas" con respecto al desarrollo económico.



Por Claudio Scaletta

El pensamiento ecológico fue una reacción de las sociedades capitalistas avanzadas frente al evidente deterioro del medio ambiente provocado por la sociedad industrial. Fue una toma de conciencia de la especie humana sobre la potencia transformadora del entorno que el modo de producción dominante en el planeta había adquirido. Así surgieron conceptos nuevos y necesarios como el de sustentabilidad ambiental, expresión que, en adelante, sería inseparable de la idea de desarrollo. Algunas vertientes de este pensamiento primigenio evaluaron que si el agente de destrucción del medioambiente era el modo de producción capitalista, el enemigo a combatir era el capitalismo y, especialmente, su producto más evidente: la sociedad industrial.

Una derivación fueron las corrientes ecologistas llamadas “malthusianas”, cuya visión más extremista se plasmó en las “teorías del decrecimiento”. Como los recursos naturales son limitados frente a una población que no deja de crecer, lo más conveniente es frenar el desarrollo. El auge actual de este neomalthusianismo en las sociedades europeas, autocondenadas al estancamiento económico por las decisiones cortoplacistas de sus elites, no es casual.

En sociedades que se encuentran en la vanguardia del desarrollo industrial, con alta densidad poblacional y en el límite del uso de sus recursos naturales, la reacción ecologista aparece casi como un anticuerpo necesario. Pero el traslado lineal de este pensamiento a sociedades con realidades diametralmente diferentes puede constituir un verdadero despropósito. Argentina, un país rico en recursos naturales sin explotar y con su revolución industrial inconclusa, no necesita frenar su desarrollo para evitar una presunta devastación de su medio ambiente, sino todo lo contrario, necesita hacer todo lo posible para impulsar el desarrollo de sus recursos.

Aquí, el ecologismo funciona como una utopía reaccionaria funcional al imperialismo.
Es reaccionaria, porque con la excusa del daño ambiental presunto se opone al desarrollo promoviendo por esta vía la pobreza. Y es funcional al imperialismo porque propone tácitamente la inmovilidad de la estructura productiva.

Las banderas planetarias del ecologismo son diversas, pero bien conocidas: se destacan la lucha contra los transgénicos, contra la técnica del fracking en la extracción de hidrocarburos no convencionales, contra lo minería y contra los desarrollos nucleares. Todo en la misma bolsa. El discurso logró asociarse con el de cierta izquierda despistada, porque el proceso de demonización apuntó sobre algunos actores nuevos, las firmas de capital tecnológico como Monsanto, y otras viejas transnacionales; como las grandes petroleras y las megamineras, los malos del capitalismo e improbables santos de devoción. No debe perderse de vista, sin embargo, que entre esta diversidad de enemigos existe un factor unificador: lo que el ecologismo en realidad aborrece no son las megaempresas capitalistas, sino las técnicas aplicadas a la producción, a las que se atribuyen todos los males del sistema. La lectura es similar a la del movimiento ludita en los albores del capitalismo que, invirtiendo la secuencia real, atribuía a la máquina los problemas generados por las nuevas relaciones de producción. Más allá de alguna vana voluntad historicista por complejizarlo, esta fue la esencia del ludismo: una aversión por la máquina, por la técnica, que en los neoluditas verdes contemporáneos deriva también en la idealización de una ruralidad preindustrial cuya cotidianeidad sería insoportable para cualquier habitante del siglo XXI.

El problema se entiende mejor en el abordaje de casos. Por ejemplo los transgénicos. Décadas de investigación y la praxis cotidiana en estos cultivos demostraron su inocuidad. No existe un solo trabajo validado por la comunidad científica que muestre algún efecto negativo de los organismos genéticamente modificados sobre la salud humana y sobre el medio ambiente. Las nuevas técnicas empleadas en el agro, la siembra directa y el paquete transgénico; herbicida más semilla resistente, suponen una menor erosión de los suelos y el uso de una menor cantidad de agroquímicos por hectárea. Son más eficientes ecológicamente que las técnicas tradicionales, no menos, y el costo final es menor, por lo que son más competitivos. Los problemas del mal uso, de las fumigaciones en áreas pobladas son ajenos a la tecnología empleada. Lo mismo puede decirse del monocultivo o la sobreexplotación de los suelos, que son el resultado de las relaciones capitalistas de producción, no de la semilla. Menos dudas existen en el origen de este pensamiento: organizaciones relacionadas con el agro más subsidiado del mundo, el europeo, un sector especialmente interesado en el establecimiento de barreras paraarancelarias sobre las exportaciones del agro argentino.
Otro caso es el del fracking o fractura hidráulica que la industria petrolera utiliza para la extracción de hidrocarburos de roca madre. En el caso local comenzó a hablarse de fracking cuando las importaciones de combustible aparecieron como un rojo en el balance de pagos. El proceso coincidió con la revolución shale en Estados Unidos. En el nuevo escenario la opción por comenzar a explotar los abundantes recursos no convencionales disponibles cayó por su propio peso. Frente a esta necesidad imperiosa creció una contracorriente ecologista, azuzada por la derecha mediática desde que el capital de YPF es mayoritariamente estatal, según la cual la tecnología para explotar estos recursos sería especialmente dañina. Cuando se indaga por las fuentes de estos argumentos, se encuentra elementos tales como la película Gasland o una sumatoria de informes de dudoso origen viralizados en blogs “del palo”. En contrapartida, no existen informes académicos que indiquen que la fractura hidráulica, que ya era utilizada en los procesos de recuperación mejorada de hidrocarburos, sea una técnica ecológicamente fuera del estándar de la industria, lo que significa que no es inocua y que necesita la presencia del Estado para garantizar el cuidado ambiental, pero que no es una fija de envenenamiento del medioambiente según pregona el pensamiento sectario. Parece más lógico pensar que quienes se encuentran detrás de estas compañas son los mismos intereses de quienes no quieren el autoabastecimiento energético local.

El tercer caso es la minería. La década del 90 dejó entre sus herencias una legislación minera pro empresa que dio lugar a una explotación de carácter extractivista que poco aporta al desarrollo local. Sin dudas cualquier proceso de desarrollo serio deberá buscar mecanismos para que la integración minera encuentre eslabonamientos con otras cadenas productivas y agregue valor en origen. Dada la historia del sector, el Estado deberá ser especialmente riguroso con el cuidado ambiental y en la exigencia de obras de remediación. Pero esta no es la crítica de la reacción ecologista, cuya propuesta es directamente no hacer minería; es decir que el país no integre sus cadenas de valor y no aproveche sus recursos naturales. Cuando se considera, por ejemplo, la estratégica producción de uranio el resultado es por lo menos triste. El país exporta combustible para centrales nucleares, pero debe importar el uranio con el que se fabrica. Y esto ocurre poseyendo yacimientos en el territorio, los que actualmente no pueden ser explotados por la reacción pseudo ecologista en provincias como Mendoza. No parece necesario abundar sobre la limitación estratégica que esta importación supone y sobre quienes son los beneficiarios reales.

Finalmente dos reflexiones. La primera es que no existe peor enemigo de la verdadera ecología que la pobreza. Todas las catástrofes ecológicas y humanitarias de la historia reciente no se produjeron en países desarrollados, sino en los muy pobres. Al respecto, resultan particularmente ilustrativos los casos de Haití y Ruanda descriptos por el geógrafo estadounidense Jared Diamond en su libro Colapso. La segunda reflexión remite estrictamente a la coyuntura local. Aquí la peor acechanza para la continuidad de procesos de crecimiento de los ingresos populares es la escasez de divisas. Una de las principales contribuciones a esta escasez es la importación de combustibles. La búsqueda del autoabastecimiento supone explotar los recursos no convencionales. La pregunta indispensable es qué pasaría con el crecimiento de la economía y su futuro, y en consecuencia con el nivel de empleo y el bienestar de las mayorías, frente a un escenario de aumento constante de las importaciones de combustibles y restricción externa. Luego debe compararse esta respuesta con el presunto riesgo ambiental de la extracción de hidrocarburos no convencionales.

Razonamientos similares pueden seguirse con los restantes sectores atacados por los neoluditas; ¿se debe abandonar la expansión de la frontera agrícola en favor de una inexistente economía campesina? ¿Se debe regresar a los cultivos con semillas tradicionales, más caros y agresivos con el medio ambiente y menos competitivos? ¿Se deben dejar de consumir todos los productos de la minería? ¿El mejor camino es abandonar nuevamente el plan de producción de energía nuclear? Parece broma, pero los sedicentes ecologistas responderían afirmativamente a todas estas preguntas.

Original: Medium

27 sept 2015

Autonomous demand and the Marglin-Bhaduri model: a critical note





 Source: http://wps.aw.com/wps/media/objects/1409/1443513/plotter/weildataplotter.html


por Riccardo Pariboni

Resumen
Dentro de la teoría macroeconómica post-keynesiana, la contribución de Marglin y Bhaduri (Marglin y Bhaduri, 1990; Bhaduri y Marglin, 1990) sobre la relación entre la distribución y el crecimiento de los ingresos se ha afirmado progresivamente como un modelo de referencia, uno que se ha originado y todavía da lugar a un montón de trabajos teóricos y empíricos. Dada esta popularidad, en la literatura relacionada, a menudo se afirma que la única pregunta que queda abierta es empírica - evaluar econométricamente si una economía en particular es dirigida por el salario o el beneficio . En este ensayo, voy a argumentar que algunas cuestiones teóricas, relacionadas con este modelo y para la literatura inspirada en ella, sin embargo, se pueden plantear. En particular, el tratamiento de la inversión parece ser el aspecto menos convincente del enfoque à la Marglin-Bhaduri. Más específicamente, parece posible plantear algunas dudas acerca de una influencia a largo plazo independiente de la tasa de ganancia o de la participación en los beneficios de la inversión, influencia que no es, en general, justificada o explicada en detalle por esta literatura, y que en cierta medida simplemente se da por sentada. Se verá que, si el modelo Marglin-Bhaduri está integrado con una consideración explícita de los componentes autónomos de la demanda, la distribución del ingreso no ejerce ninguna influencia permanente en la tasa de crecimiento de la economía y en la tasa de acumulación. Coincidiendo este resultado con el supuesto usual, hecho en modelos Post-keynesianos de crecimiento y la distribución, que utilización de la capacidad es la variable de ajuste en el equilibrio de inversión y  ahorro conduce a resultados paradójicos que cuestionan la plausibilidad de una función de acumulación como la  usada en el modelo de Marglin -Bhaduri.

Abstract 
Within Post-Keynesian macroeconomic theory, the contribution by Marglin and Bhaduri (Marglin and Bhaduri, 1990; Bhaduri and Marglin, 1990) on the relationship between income distribution and growth has progressively asserted itself as a benchmark model, a reference point that has originated and still gives rise to plenty of theoretical and empirical works. Given this popularity, in the related literature it is often claimed that the only open question left is an empirical one - to assess econometrically whether a particular economy is wage or profit-led. In this essay, I will argue that some theoretical issues, related to this model and to the literature inspired by it, can nonetheless be raised. In particular, the treatment of investment appears to be the least convincing aspect of the approach a là Marglin-Bhaduri. More specifically, it seems possible to raise some doubts about an independent long-run influence of the profit rate or of the profit share on investment, influence that is not in general justified or explained in detail by this literature and that to some extent is simply taken for granted. It will be shown that, if the Marglin-Bhaduri model is integrated with an explicit consideration of the autonomous components of demand, income distribution does not exert any permanent influence on the rate of growth of the economy and on the rate of accumulation. Matching this result with the usual assumption, made in Post-Keynesian models of growth and distribution, that capacity utilization is the adjusting variable in equilibrating investment and savings leads to paradoxical results that question the plausibility of an accumulation function like the one used in the Marglin-Bhaduri model.

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20 sept 2015

El sexo de los ángeles


Sobre el mito del presupuesto equilibrado



Por Claudio Scaletta

El déficit fiscal primario de 2015 estará por debajo de la media regional y global. Las distintas mediciones, oficiales y paralelas, lo sitúan entre menos de 1 y hasta 3 puntos del PIB. El déficit financiero, es decir; después del pago de deuda, estará entre el 2 y el 4 por ciento del Producto, siempre según quién lo mida. A pesar de estos números, Argentina asiste a una suerte de revival fiscalista, tanto de los conocidos de siempre, como de algunos que rodean al candidato del FpV. En este contexto, la Ley de Presupuesto 2016, apenas un esquema guía para la distribución de los recursos del Estado, y que en el mejor de los casos brinda algún indicio sobre qué pretende priorizar el gobierno, es tratada acríticamente como una presunta ley de leyes, un empeño repetitivo que ignora el rol histórico del instrumento.

Sobre la base de esta exaltación de la función del presupuesto se elaboran todo tipo de razonamientos ad hoc. Se dice, por ejemplo, que el proyecto de 2016 reconoce el problema del déficit y que, por ello, avanzará en un “ajuste”: gastos por debajo de los ingresos. Se habla también, con gran preocupación, del volumen de la asistencia del Banco Central al Tesoro. Sin meterse en cuestiones tan evidentes como que la separación entre ambas cuentas/cajas es una ficción, en tanto las dos pertenecen al mismo dueño, lo que en realidad importa, lo que sí se encuentra en el centro del análisis de la aplicación de los recursos públicos, no es el resultado contable de deudas entre un mismo sujeto (el Estado), sino el funcionamiento de la economía.

Frente a un contexto externo adverso, con desplome de Brasil y baja de los precios internacionales de las principales exportaciones, el Gobierno busca contrarrestar con políticas expansivas. Su objetivo no son los equilibrios de corto plazo, sino el ciclo económico. Supóngase que se necesita que el Estado sostenga el gasto para evitar que caiga el PIB y que en el corto plazo se recauda menos de lo que se necesita; en términos neoclásicos, para evitar sustraer recursos del sector privado. Como respuesta el BCRA asiste al Tesoro. Supongamos que expande la cantidad de dinero, pero al mismo tiempo esteriliza, toma deuda del sector privado, licita bonos. La única diferencia entre los dos papeles del BCRA, los bonos y el dinero, es que unos pagan interés y los otros no; pero ambos son deuda. Gracias a esa asistencia entre cuentas del mismo propietario se consigue que el PIB no caiga e incluso se expanda, lo que conduce a que los ingresos aumenten. Si se siguiese, en cambio, el procedimiento inverso, la contracción económica derivada de la baja del gasto provocaría una caída del Producto y de los ingresos, lo que profundizaría el déficit. Un sufrimiento autoinfligido e innecesario.

En otras palabras, el déficit, o el superávit, de las cuentas públicas, son una consecuencia, no una causa. Los déficit son producto de la contracción y los superávit de la expansión, no son buenos ni malos per se, son el resultado de otra cosa. Esto no quiere decir que se pueda hacer cualquier cosa, que no exista la necesidad de un manejo ordenado de los recursos, quiere decir que en el análisis económico no deben confundirse causas con efectos y que los instrumentos de la política económica no pueden ser objetivos en sí mismos.

Las preguntas clave en materia de déficit son otras: cómo se financia y con qué nivel de deuda pública se relaciona, cuál es su magnitud relativa y qué relación tiene con el crecimiento del Producto. Es evidente que partiendo de un nivel de deuda del 40 por ciento del PIB, una de las más bajas del mundo, no hay mayores problemas para autofinanciar la expansión del gasto con moneda propia para contrarrestar el impacto del viento de frente del resto del mundo, más cuando, en la más desfavorable de las mediciones, los niveles de déficit fiscal son bajos en la comparación internacional. Y lo más importante: si la economía hubiese sido conducida con el objetivo de los equilibrios de las cuentas públicas, el freno habría comenzado en 2008 y la recesión en 2011.

Quizá la relación causa efecto entre déficit/superávit y contracción/expansión suene repetida, pero sucede que el lector medio recibe un bombardeo constante de la doctrina contraria, doctrina cuya hipótesis de “ajuste expansivo” no se verifica en ningún lado. Por ello es necesario recordar Grecia, Brasil, España, Argentina en distintos períodos y siguen las firmas. Los problemas actuales de la economía local no tienen nada que ver con los déficit presupuestarios transitorios en moneda propia y entre cuentas de un mismo dueño. El único problema verdadero es el déficit externo. Si bien no faltan quienes añoran la existencia de mecanismos férreos para controlar el gasto, la única ley de hierro para el crecimiento y la distribución del ingreso es el Balance de Pagos. Discutir sobre el nivel de déficit separado del ciclo económico es tan relevante como hacerlo sobre el sexo de los ángeles.

original: Cash

16 sept 2015

PATRONES DE DESARROLLO Y DISTRIBUCIÓN DEL INGRESO EN LA ARGENTINA




Tabla de contenido
Introducción .................................................................................................................. 4
I El enfoque Clásico de los Precios y la Distribución y Crecimiento dirigido por la Demanda Efectiva como Base del Análisis de los Patrones de Desarrollo. .......     .                15
I.1 Fundamentos teóricos .............................................................................               .. 16
II Inicio de la industrialización sustitutiva de la Argentina 1930-1945 ........         ... 27
II.1-Crisis de 1930: el surgimiento de un nuevo patrón de desarrollo ................ .           .. 27
II.2 Cambios irreversibles en la estructura productiva ................................... ..                 32
III -La ISI y el peronismo.1946-1958 ...............................................................    ..... 45
III.1 Planeamiento de la ISI y redistribución del ingreso ..................................               . 45
III.2 Segundo gobierno de Perón y el cambio hacia un crecimiento dirigido por la demanda autónoma. .......................................................................................                                          ..... 55
IV 1959-1975 El crecimiento dirigido por la demanda autónoma y el stop-go..... ... 57
IV.1 Tortuosidad del Proceso institucional y formas del disciplinamiento social.                  58
IV.2 Evolución favorable de la balanza comercial hacia el final de la etapa 59-75               65
V 1976-1982. Fin de la Etapa de Sustitución de Importaciones..............      ......... .. 70
V.1 Disciplinamiento social y apertura comercial y financiera ...................            ......... .. 70
V.2 La política económica de Martínez de Hoz y los cambios en la estructura productiva. .........................................................................................................                          .  72
VI 1983-1989: Crisis de Deuda Externa e Hiperinflación .................................     . 81
VI.1 Crisis de la deuda externa y Crisis de Balanza de Pagos en la región .....                 . 81
VI.2 Visiones convencionales sobre las causas de la inflación ....................                ..... 85
VII 1990-2001- Privatizaciones y Desempleo .............................................   ........... 90
VII.1 Condiciones para la profundización de la etapa de apertura externa .....           ...... 91
VII.2 Estabilización vía convertibilidad con tipo de cambio fijo, desempleo y endeudamiento externo indefinido. .....................................................................                                               . 94
VIII 2003-2011 Hacia la recuperación de una política industrial ............. ....  ....... 100
VIII.1 Crecimiento de demanda autónoma sin problemas de restricción externa              101
VIII.2 Inflación por costos y puja distributiva ....................................................         .. 106
IX A modo de conclusión: .............................................................................        ... 107
Bibliografía: .....................................................................................................  .. .... 111

Introducción


Desde el punto de vista de la economía nacional, resulta menos clara la distinción entre crecimiento y desarrollo. La hipótesis de crecimiento sin desarrollo, refiriéndonos a un conjunto económico de estructura compleja, resultaría una elaboración mental sin correspondencia con la realidad. Tal observación gana mayor validez cuanto más compleja se hace la división social del trabajo.” Furtado, C., 1986, pp.88-89

El estructuralismo económico identifica la existencia de vínculos persistentes entre determinadas variables económicas que permiten explicar las características específicas de un cierto esquema o patrón de desarrollo de un país. Mediante la interacción de variables que son fuente de divisas con otras que impulsan la demanda doméstica se puede estilizar distintas etapas económicas como así también sus respectivas dinámicas particulares de acumulación.

Va de suyo que el crecimiento no es lo mismo que el desarrollo económico, pero el sentido de la frase inicial de Furtado es enfatizar su condición necesaria, en tanto que la dinámica que genera el crecimiento es lo que induce procesos de una mayor utilización potencial de la producción de un país como definición general de desarrollo. (Olivera, 1977, p.118). Sus condicionamientos son inevitablemente históricos: esto es, dado el crecimiento, una mayor utilización del potencial productivo es condicionada a largo plazo por elementos endógenos domésticos (avances tecnológicos) y por otros autónomos domésticos (distribución del ingreso, políticas estatales de demanda), como así también por restricciones autónomas externas (escasez de divisas, acuerdos regionales, geopolítica, etc.). Las diversas combinaciones históricas de estos condicionantes nacionales e internacionales permiten identificar distintos “patrones de desarrollo”. 

En este trabajo se utilizará para identificar las variables del crecimiento dirigido por la demanda al modelo del supemultiplicador sraffiano, es decir que toma a la distribución del ingreso como exógena al producto: es decir una conjunción del core clásico para la distribución y con el cierre keynesiano de demanda efectiva a corto y largo plazo.  Se rechazará por lo tanto, el convencional core marginalista o neoclásico como base del análisis.

Mediante el impulso de las variables de demanda autónoma del producto (principalmente el consumo no asalariado, el gasto y la inversión pública) y en el contexto de factores institucionales que caracterizan una determinada política económica, puede explicarse macroeconómicamente el crecimiento y la evolución de la estructura productiva. Además, la composición de la demanda global puede influir en la redistribución del ingreso y en la acumulación de capital. Finalmente, en todas las etapas se trata de un crecimiento limitado por la restricción externa de divisas, que a su vez, también puede verse afectado por las políticas económicas domésticas adoptadas.


Diversas versiones marginalistas e institucionalistas coinciden en ciertos supuestos cuando analizan el desarrollo económico. Uno importante es el rol preponderante del Estado en la inducción de políticas de modificación de comportamientos de los agentes de la producción, en el caso ortodoxo criticando las políticas populistas y en la heterodoxia, las neoliberales. En la gran mayoría se coincide en el “nacionalismo metodológico” por el cual el tipo de crecimiento está determinado por políticas domésticas. (Medeiros, 2011) 

En la Argentina a partir de una importante mayor productividad del agro, se pudo mejorar la distribución del ingreso luego de la crisis del ‘30, aunque el crecimiento de la demanda doméstica lleva –aun hoy- a cíclicas crisis de balanza de pagos y a una relevante conflictividad social e institucional, generando por ende, distintas etapas de crecimiento y distribución del ingreso. El crecimiento logrado ha dependido en general de la demanda pública autónoma teniendo como límite final la restricción de divisas.

Se mostrará que en cada etapa analizada, el crecimiento económico dependió del impulso de la demanda autónoma y que su “techo” (pero no su comportamiento) fue la restricción externa de divisas. Se establecerán patrones de desarrollo descriptos por períodos con distintas políticas económicas e institucionales que afectan al tipo de crecimiento y acumulación de capital. Se asume que el Estado es un “campo de batalla” entre diversos intereses y no un agente neutral, tanto hacia el interior como en relación con las políticas regionales e internacionales de los Estados. Se usará en este trabajo la bibliografía enfocada en el tema, resaltando observaciones de distintos autores que lejos de abonar a una visión alternativa, sin embargo, brindan sustento empírico para hechos aislados que no siempre logran una explicación coherente y/o pertinente dentro del marco teórico convencional.

La dificultad para un enfoque coherente pero también pertinente de la teoría económica reside en articular todos estos aspectos, tanto en lo referido a lo doméstico como al ámbito internacional y para ello el enfoque utilizado debe ser abierto como lo es el enfoque utilizado.

¿Existe alguna receta para el desarrollo económico?

La gran variedad de experiencias de países que se han desarrollado muestra que no existen esquemas únicos y suficientes para definir algún tipo de conjunto de reglas causales ex ante exitosas. Sin embargo, del análisis económico sí puede afirmarse que en general las estrategias de crecimiento no son proyectos desligados de la sociedad, ni de los grupos que persistentemente generan distintas presiones sobre la política económica seguida por el Estado. Aunque éste último, también puede en situaciones de crisis, guerras o exacerbada conflictividad lograr una fuerte autonomía y legitimidad para coordinar, cooptar, subordinar o disciplinar a las diferentes coaliciones sectoriales. Se da entonces en su seno un conflicto por dirigir o ser beneficiado por las políticas económicas efectivamente ejecutadas por los gobiernos de turno. Las diferencias entre estos grupos suele darse por diversos intereses y según el grado de internacionalización de los sectores como también de su exposición a la competencia internacional (Ver Medeiros, 2012). Al no existir condiciones de experimentación que diriman las causalidades económicas, el conocimiento histórico del país analizado y sus “hechos estilizados” son insumos claves para una explicación no marginalista. 

Aspectos teóricos básicos y “hechos estilizados”

En primer lugar, los países periféricos no poseen emisión de moneda aceptada en transacciones internacionales, y la restricción externa representa –con singular énfasis- un límite al crecimiento de sus productos netos, convirtiendo así a la tasa de crecimiento de las exportaciones en una variable fundamental de largo plazo en pos de obtener las divisas necesarias para mantener una balanza de pagos (importaciones y saldos financieros) sustentable. 
 Al mismo tiempo, la composición de dichas exportaciones al estar basadas en estos países principalmente en bienes primarios, su crecimiento en valor suele no alcanzar para sustentar dicho abastecimiento de moneda internacional, lo que lleva probablemente a procesos de endeudamiento y desendeudamiento en divisas en su decurso histórico cada vez más complejo[1]. Existe por lo tanto una fragilidad inherente a las monedas periféricas, en las que no se mide la acumulación de capital ni la conservación de la riqueza. Toda “alteración económica y política interna provoca la sospecha de que las deudas externas pueden no ser afrontadas, y que la moneda doméstica será depreciada respecto al dólar”. (McKinnon, 2002)

Por esta misma necesidad de divisas para crecer, las regiones periféricas suelen estar atadas a los ciclos de financiamiento de los países del centro, (variaciones de sus tasas de interés, innovaciones financieras) que en su dinámica elevan la volatilidad de los precios de nuestras exportaciones, provocan una gran entrada de flujos de capitales hacia nuestros países y terminan agudizando la restricción externa y la fragilidad financiera. La gran importancia de las exportaciones primarias para nuestra región implicó una fuerte puja distributiva entre exportadores, industriales locales y trabajadores. (Medeiros, 2011, p.47)

En segundo lugar, el motor de crecimiento de cualquier país que no sea extremadamente pequeño en su producto, reside en su mercado y demanda domésticos y no en sus exportaciones. Más allá de la importancia relativa de su comercio exterior en distintas épocas, los países con productos más grandes como EEUU, China, Brasil, México y la propia Argentina post ‘30, crecen siempre “hacia adentro” en tanto su comercio exterior es pequeño en relación a su producto. (Serrano y Medeiros, 2001). Únicamente en casos de pequeños países o donde las exportaciones llegan a ser más grandes que el PIB (vg. Malasia en el 2006), puede llegar a ser efectiva una estructura de reexportación de importaciones que dirija el crecimiento.

Pero claramente no es la generalidad de las economías. (Ver Anderson, J., 2007). La vieja discusión dada en el seno cepalino tiene una resolución empírica clara: no hay correlación entre la variación de las variables de comercio y las del crecimiento del producto (Gráfico 1) o puesto de otra manera el desvío del cociente entre comercio y producto no converge a uno. Una razón para ello es que la estructura industrial de los mercados internos modifica los impulsos de comercio en la generación de nuevo producto; la existencia de reexportación de importaciones y fundamentalmente la medida de las variables de comercio no son comparables con las medidas de producto. Una analogía a comparar ventas con beneficios respectivamente. (Gráfico 2) Esta confusión entre los aspectos macroeconómicos de la demanda de las exportaciones y de las exportaciones como inyector de divisas, suele ser frecuente en la literatura económica. (Ver para el caso chino, Akyus, (2010))

 

Gráfico 1 Fuente: Banco Mundial (elaboración propia)

La separación y diferenciación entre moneda doméstica y divisas es fundamental en el plano macroeconómico, para poder entender especialmente los problemas de los límites de demanda al crecimiento económico.
Su incomprensión suele entreverar indistintamente cálculos en dólares o en pesos, sobre la más variada cantidad de problemas referidos a la inversión pública (ferrocarriles, YPF, etc.) necesarias para el desarrollo, o temas de financiamiento de dichos proyectos (deuda externa) tendiendo a agravar la restricción externa sin necesidad. Diamand se refería también a ello con claridad:
 
…mientras en el nivel individual el capital monetario, el capital real y las divisas se confunden de manera legítima por ser convertibles entre sí, en el nivel macroeconómico es por completo necesario mantener mentalmente separados los conceptos, ya que se trata de tres variables económicas diferentes que se interrelacionan de modo muy complejo”. Diamand, (1973, p.98) énfasis nuestro.
 
Gráfico 2 Fuente: elaboración propia en base a datos del Banco Mundial. Puede verse que para distintos conjuntos de países, si el desvío estándar de la razón de comercio con el PIB es igual a uno, los movimientos estarían perfectamente correlacionados. En todos los casos da distinto de uno. Las barras están en orden con la leyenda.

En tercer lugar, las principales variables de demanda que explican el crecimiento son las domésticas, como el consumo no asalariado, el consumo e inversión pública, el crédito al consumo, y el gasto en construcción entre otras, que serán expuestas en el primer capítulo. Como se dijo, las exportaciones son en general una porción menor de dicha demanda global.
En cuarto lugar, las variables inducidas por el crecimiento del PIB efectivo, como la inversión privada en equipo y maquinarias dependen totalmente de la demanda autónoma. Sus manifestaciones empíricas a nivel mundial son tan generales como ignoradas convencionalmente: los países que más crecen, tienen niveles de inversión mayores. (vg. acelerador de la inversión en sección IB).

Otra variable inducida son las importaciones, que producen filtraciones en niveles pequeños en comparación con el resto de demanda doméstica, pero que resultan muy importantes en cuanto a filtración de divisas, vis a vis las exportaciones. Su efecto sobre la obtención de dólares por cuenta corriente o cuenta de capital (siempre que las condiciones internacionales lo permitan), es la que importa en pos de la continuidad del crecimiento del producto.


Gráfico 3 Fuente: Penn World Tables, (2012)

En quinto lugar, el empleo laboral es la tercera variable inducida por la demanda autónoma de manera directa, la que es responsable indirectamente de generar mejores condiciones de negociación para los trabajadores pari passu el menor desempleo. De esta última interacción surge otra regularidad absolutamente general pero también ignorada por el convencionalismo como la “Curva de Salarios” de Oswald & Blanchflower, (1995) que muestra ampliamente la convivencia de mayores salarios y menor tasa de desempleo (Gráfico 4 para la Argentina)


Por último, las políticas económicas desplegadas son un factor catalizador u obturador del crecimiento económico, y que por ende modifican las combinaciones de estas variables interdependientes en cada contexto histórico, ejecutando y administrando el conflicto de intereses en la gestión de gobierno y orientación del Estado en relación a ellas. Si la demanda entonces cumple un papel causal en el crecimiento de las economías que se encuentran fuera del pleno empleo de recursos, conocer el perfil de su composición macroeconómica permitirá explicar la dinámica de crecimiento en cada etapa: fundamentalmente porque es la propia redistribución del ingreso la que afecta al nivel del producto y porque es la demanda autónoma su primer motor de variación del producto.



Gráfico 4 Fuente: Ferreres, (2010), Salarios en pesos de 2009

En efecto, al revés que el convencionalismo que intenta fundamentar microeconómicamente la macroeconomía, aquí en cambio se pone de relieve que el modelo interpretativo descansa en la propia determinación macroeconómica en tanto los sectores están vinculados por la articulación de la técnica y la distribución del ingreso, a los costos (precios) de las mercancías producidas, implicando un flujo circular de producción de mercancías por medio de mercancías:
“Tiene que advertirse que la investigación realizada no es “macroeconómica” en el sentido de representar un primer paso, tosco y simplificado, hacia un análisis más detallado y desagregado. Es macroeconómica porque no puede ser otra cosa”. Pasinetti, (1962)


Periodización
Los primeros períodos que definen un patrón de desarrollo, se dan en una extensa etapa de más de 40 años de sustitución de importaciones posterior a la crisis mundial de 1930, en primer lugar como resultado necesario del hecho que Inglaterra se desvinculara de su relación bilateral y comercial con la Argentina lo que en concepto de Diamand inaugura una estructura productiva desequilibrada:
La Argentina inicia su desarrollo industrial integrando el grupo de los países caracterizados por una estructura productiva en la que el sector primario, en nuestro caso el agropecuario, en Venezuela el petróleo, en Chile el cobre, en Brasil el café y productos minerales, etc. coexiste con un sector industrial de una productividad sustancialmente menor” Diamand, 1988, p.7

En segundo lugar, en las siguientes décadas se consolidará una estrategia de sustitución de importaciones como objetivo de política explícita, ante el surgimiento de un sector manufacturero que no trabajaba a precios internacionales y que dependía de una adecuada protección de la competencia del exterior.

Posteriormente en los ‘60 se planea un crecimiento dirigido por la demanda autónoma (en reemplazo del avance salarial de la etapa anterior) pero con una incrementada inestabilidad institucional, afectando la continuidad de esas políticas de crecimiento. Tan es así que hacia el golpe de 1976 como punto final de este nuevo período, la balanza comercial se encontraba en una situación superavitaria no siendo en esa ocasión una traba o límite de ese patrón de sustitución sino una compleja trama político institucional inestable. (Teitel y Thoumi, 1986; Amico, 2011)
La periodización en el trabajo se establece en base a las rupturas y cambios de dinámica de este conjunto de variables elegidas que definen las distintas etapas de desarrollo: desde un período de crecimiento en base a exportaciones primarias que permitían la importación para el consumo doméstico previo a los ‘30, a otro caracterizado por la sustitución de importaciones y donde el ascenso salarial configura un cambio estructural con la ampliación del mercado interno. Posteriormente otro período, en los sesenta, en que el consumo doméstico es liderado por el gasto e inversión pública. A mediados de la segunda mitad de la década del ‘70 se produce un profundo cambio regresivo en la distribución del ingreso y modificación de la dinámica externa en virtud de flujos financieros que comienzan a influir en el estrechamiento de la restricción externa y el crecimiento de la deuda externa.

La dinámica de las variables de demanda doméstica junto a la restricción externa para cada etapa ofrece como resultado distintas tasas promedio de crecimiento del producto. Una mayor o menor duración de cada período específico dentro de cada etapa, depende en ocasiones de fenómenos institucionales (interrupciones de los regímenes democráticos), de la ríspida puja distributiva entre trabajadores y empresarios (industriales y rentistas agrícolas) y/o también de la robustez relativa inicial de la restricción externa del país. Claramente las variables de demanda autónoma afectadas por la evolución del impulso multiplicador, dan cuenta de las respectivas performances de las tasas de crecimiento del producto efectivo en cada período.

Con una selección de variables económicas que posean dichas características explicativas de cada patrón de desarrollo, y que al mismo tiempo sean homogéneas en el tiempo, se pueden intentar explicar los cambios estructurales de dichos patrones y hacerlos comparables entre sí. 

La intención del trabajo es mostrar apenas la pertinencia empírica sobre los distintos patrones de desarrollo de la Argentina (etapas, políticas aplicadas, tipo de crecimiento, etc.) de una visión teórica alternativa basada en el crecimiento dirigido por demanda, distribución exógena y restricción externa de divisas. Para ello se usa críticamente una diversa cantidad de trabajos publicados sobre este tema en punto a conformar el entorno histórico de cada etapa.
El objetivo del trabajo, sin pretensiones de exhaustividad, es describir esos patrones de desarrollo que ha seguido la economía argentina por medio de una teoría económica alternativa lógicamente coherente y con datos homogéneos a todas las etapas.


Para ver resto del trabajo  Cefid-Ar